"Para Ciudad Real el topónimo de
‘’ALARCOS’’, debe de considerarse imborrable, dado que, al no ser por la
decisión tomada por Alfonso X El Sabio en 1255, esta ciudad debería estar en el
denominado ‘’cerro de Alarcos’’, junto al río Guadiana. En cambio siempre que
hacemos referencia a dicho topónimo nos viene el recuerdo de la célebre batalla
que lleva su nombre, la cual representa una página negra en la historia de
nuestra Reconquista, derrota que sufrió Alfonso VIII aquel 18 o 19 de julio de
1195.
El topónimo de ‘’ALARCOS’’ parece ser
que proviene de un antiguo pueblo de la Oretania, identificado por Ptolomeo como
Lacuris aunque otros autores más modernos
Madoz, Coello, Blazquez, Hubner y Cea Bermúdez le llaman Llarcuris o
Larcuris, pero sin duda fue el nombre que tuvo en la edad media una villa y su
castillo, que los árabes denominaron Medina Al-Arak.
En 1194 Alfonso VIII envalentonado por las victorias conseguidas contra los almohades decide dirigir un mensaje al emir de Marrakech Abu Yaqub Ben Yusuf Al Mansur, desafiándole. El califa desembarca en Al Yazira Alhadrá (Algeciras) en junio de 1195 al frente de un poderoso ejército mezcla de árabes, bereberes y negros, que mas tarde se dirigiría hacia Qurtuba (Córdoba), engrosando su ejército a lo largo de su itinerario con muslimes (musulmanes) venidos de Turiola , Auriola, Lacant, Lorca, Elixe, Yayyan, Bayyasa Anduxar, Elbira , Wadi-Ax Anticaria, Sidonia, Libla, Arcos*, Marida. El rey cristiano recibe la noticia en Toledo y decide llamar sin pérdida de tiempo a los reyes de León, Navarra y Aragón para defender ’’la causa de
El lugar elegido par la acampada de las
huestes del emir era conocido como Dar-al-Bakar (Corral de Calatrava) situado a
un cuarto de legua de Karakay (Caracuel), al abrigo de sus fortificaciones, y a
algo menos de dos leguas de Medina Al Arak. Al-Mansur ordenó que en la alborada
del día 18 de julio avanzaran un cuarto
de legua, hasta situarse a la vista de Alarcos, como a dos tiros de flecha. Se
harían notar mas no todo el ejército se dejará ver.
Al rayar el alba se advirtieron desde
Alarcos los primeros movimientos de los muslimes, el rey cristiano, impaciente,
impulsivo, apasionado y vehemente ordenó el despliegue de su ejercito en contra
de los consejos de sus caballeros, partidarios de la espera a las tropas del
rey de León que acampaban en Talavera. Las tropas del rey castellano se
desplegaron por la ladera hasta el llano y, por los flancos, desde el cerro del
Despeñadero hasta la margen izquierda del río Guadiana.
Así todo expuesto a la vista, el ejército cristiano impresionaba. Los rayos del sol arrancaban destellos de las relucientes corazas, de los yelmos y bruñidas adargas y hasta de las puntas de las lanzas. Los caballos, cubiertos de malla con chapas de hierro, eran auténticas moles, los caballeros ocultaban las lorigas o las cotas de malla bajo sus manteos.
Al menos llevaban dos horas
los cristianos expuestos a un sol inclemente, cuando éste llegó a su cenit. El
sudor corría por los rostros, entraba en los ojos, empapaba las barbas; las
corazas y yelmos abrasaban, los caballos piafaban sedientos. Cuando pasó la
mañana y el sol empezó a declinar, muchos caballeros habían caído ya
desvanecidos. Las acémilas no dejaban de transitar entre las filas de soldados
con sus aguaderas, pero no daban abasto**.
Mas los sarracenos no se movieron ni
una pulgada. Cuando el rey Alfonso VIII vio que su ejército estaba desfallecido
y que Al-Mansur no aceptaba batalla campal ese día, ordenó el repliegue al
campamento y tras las murallas.
La sorpresa fue inimaginable cuando al
amanecer del siguiente día descubrieron al ejército musulmán, desplegado en
perfecto orden de batalla, ocupando los mismos terrenos en que ellos habían
formado el día anterior. Salió bien el forzar la retirada de las huestes de la Cruz , porque de esta forma
quedaba para ellos el cerro de La
Cabeza , y tras él podía permanecer oculto el emir con parte
de su ejército y parecer que los dos ejércitos se asemejaban, pero en realidad
el ejército musulmán doblaba al
cristiano en número.
Las tropas castellanas pusieron en
movimiento un escuadrón de sus huestes a caballo, vestidos de hierro, y sus
jinetes, protegidos por escamadas lorigas y fuertes morriones, acometiendo con
gran crujir de armas y embistiendo con todo el arrojo de que eran capaces
contra el ejército almohade, y entonces cuando la carga de la caballería
cristiana venía desatentada, a medio camino, los arqueros agarenos, lanzaron
una densa nube de flechas, causando gran mortandad, los jinetes cristianos al
fin alcanzaron las primeras filas musulmanas chocando contra ellas y espetando a
sus caballos contra las puntas de las lanzas sarracenas.
Se acometieron las huestes en aquella
abrasada tierra con espantoso alarido. Las grandes nubes de polvo ocultaron el
sol que tornó el día oscuro y junto al calor sofocante volvió las bocas como
estopas pegando la lengua al paladar y atenazando las gargantas.
Los caballeros cristianos que se habían
adentrado hasta el corazón del ejército enemigo y que por un tiempo vieron al
alcance su victoria, al caer en la cuenta de que no era el emir Al-Mansur a
quien habían arrebatado la vida, sino a su visir y viendo que todo se
malograría si no salían de aquel avispero comenzaron a huir tratando de
alcanzar la falda del cerro de Alarcos para acogerse al amparo del rey Alfonso y su caballería; mas ya el ejercito
musulmán los había envuelto y cortado el paso.
El ala derecha de los andaluces se
abrió para describir el círculo que cerraría la pinza entrando a saco en el
campamento cristiano arrancando los pendones castellanos y plantando las banderas
sarracenas. El emir Abu Yaqub Ben Yusuf Al Mansur al frente de su ejército se
dirigió hacia donde se encontraba el rey castellano cebándose en dar alcance a
los que huían haciendo atroz matanza, “había llegado la hora de la verdad para
el arrogante don Alfonso”."
**según la disposición del
ejercito cristiano estuvieron todo el tiempo de cara al sol
Bibliografía: SANTA
MARÍA DE ALARCOS
Jorge Sánchez Lillo
INSTITUTO DE ESTUDIOS
MANCHEGOS
Carmen Panadero
0 comentarios:
Publicar un comentario